Todo el proceso educativo está repleto de juegos de fuerzas entre los pequeños y los mayores responsables que se cruzan continuamente y que en el roce van creando la personalidad de los menores pero también los criterios de los adultos se van modificando producto de ese roce. En algún momento acuñé que EL HECHO EDUCATIVO NO ES UN HECHO PEDAGÓGICO SINO UN HECHO DE RELACIÓN.
Habrá tiempo para adentrarnos en las implicaciones de ese concepto pero hoy quiero centrar tres momentos o tres puntos en los que los menores se sienten fuertes porque verdaderamente lo son y los mayores tienen que recurrir a la persuasión o al convencimiento, sencillamente porque no es posible obtener lo que se pretende por imposición: El sueño, el control de los esfínteres y la comida. A lo largo de todo el proceso aparecen muchos más momentos sin duda, pero estos tres quedan en mi opinión como emblemáticos por la cantidad de energía que requieren y por lo dificultoso de establecer una relación fluida en esos tres momentos.
El sueño es una forma de muerte, der cesión de la conciencia para entrar en un estado en el que uno ya no controla y puede pasar cualquier cosa sin que el menor se dé cuenta. En verdad podríamos hacerlo extensivo a cualquier momento de la vida, pero mientras estamos en relación con un menor lo tenemos presente cada día y siempre en forma de conflicto porque no solo se trata de que hay que dormir sino que hay que hacerlo a unas horas más o menos concretas, en un lugar determinado y en unas condiciones parecidas todas las veces. Objetivamente todo este conjunto normativo es difícil ponerlo en práctica sin que el pequeño. Que es fundamentalmente un saco de deseo, manifieste sus puntos de vista, normalmente muy distintos a los nuestros. Hay que hacer muchas veces encaje der bolillos para lograr una cierta normalidad en la secuencia de ir a dormir para cumplir las normas elementales y no sentirnos ridículos aceptando demasiadas imposiciones de los pequeños con tal de conseguir que se duerman.
Otro tanto podríamos manifestar con el proceso de control de esfínteres. En esencia se trata de logros que necesitan de la convicción de los pequeños, de que acepte para su vida lo que les estamos diciendo que hay que hacer. En el caso de los esfínteres, de que terminen ofreciéndonos los fluidos de su cuerpo y permitan que salgan por su propia voluntad. Si logramos la convicción de los menores y que el proceso se realice por aceptación, la secuencia vital se va a producir de manera armónica y va a significar, no sólo que los pequeños van a superar esa fase de la vida sino que el entendimiento con los mayores va a ganar en profundidad. Si no es así, todo va a convertirse en una especie de guerra permanente y que la naturaleza se imponga a pesar del criterio de los pequeños que terminarán por verla hostil y contraria a sus intereses. La comida es otro de los hitos fundamentales. Se trata de aceptar formar parte del mundo y de asumir que partes de ese mundo a las que llamamos alimentos van a ser los artífices de tu mantenimiento y se van a convertir en tu propio cuerpo a la vez que te van a mostrar de manera fehaciente que formas parte del mundo que te rodea, que ese mundo te mantiene y que aparte de tu madre natural, tan cercana, tienes otra madre que compartes con el resto de las personas , que también te da la vida y te ofrece una parte de sí misma, los alimentos, para que se conviertan en tu persona como un conjunto armónico. Esto, como siempre, buenamente. De no ser así, terminará por imponerse la evidencia pero como enemigos.
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